Parece algo imperceptible, sin embargo, al descubrir nuestras opiniones ponemos de manifiesto algo más que nuestro modo de ver las cosas. Estamos mostrando quienes somos, quienes fuimos y quienes queremos ser. En cada uno de nuestros juicios se unen pasado, presente y futuro para dar forma a un determinado ambiente, un clima, un ámbito.
Un ejemplo. Cuando criticamos a alguien que no está presente para responder o defenderse, estamos dando cuenta de ciertos aspectos nuestros. De acuerdo al ámbito, este fenómeno recibe diferentes nombres. Si se trata de una conversación de tipo social o laboral, se le dice chisme. En cambio, en un medio de comunicación, se lo conoce como chimento. No son pocas las veces en que encontramos un chimento disfrazado y revestido de investigación periodística.
Mas allá de los fundamentos que pueda o no tener un chisme, cierto o no, tiene consecuencias. La pregunta que cabe aquí es ¿desde qué lugar se juzga al otro?, ¿con qué autoridad?
Humberto Maturana, famoso biólogo chileno, define la responsabilidad como "ser conciente de las consecuencias de sus acciones".
Imagino que si pudiéramos ver los efectos de nuestros chismes, seríamos un poco más prudentes. Este es un mecanismo invisible. Hablamos de otros libremente y luego nos enojamos cuando nos enteramos que otros hablan de nosotros.
Prestamos oídos atentos. A veces hasta nos resulta divertido escuchar acerca de eso de lo que el otro se avergonzaría.
Traslademos lo dicho al fenómeno mediático y vamos a encontrar numerosos ejemplos cotidianos.
El tema aquí no radica en preguntarse por qué estas cosas ocurren. Ya hay muchas personas que escriben acerca de ello. La invitación aquí es a reconocernos a nosotros en el acto de criticar y revisar el impacto que tiene ello en nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Así, podremos reconocer el daño que causamos o del que somos cómplices silenciosos.
Es un desafío preguntarnos: ¿Soy conciente de mis juicios?, ¿cómo convivo con mis opiniones?, ¿cómo opino acerca de quienes opinan?, ¿qué tan coherente soy en mis acciones a partir de estos juicios?
Antes de continuar, ¿estás leyendo estas líneas con una piedra en tu mano?
Sigamos. Quizás aquello que critico del "afuera" sea un reflejo de lo que no me animo a ver de "adentro" o, peor aún, un indicador de mi estado interno.
Tal vez, nuestros juicios conformen una de las tantas máscaras de nuestras propias inseguridades, nuestros miedos, nuestros asuntos incompletos. Nuestra hipocresía…
Un buen ejercicio para mejorar nuestros niveles de tolerancia podría ser el preguntarnos "¿y por casa como andamos?", cada vez que nos vemos criticando, juzgando u opinando acerca de las acciones de un tercero.
Aquellos que se consideren perfectos, abstenerse…
Ariel Goldvarg. www.mvprensa.com.ar
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