Calle Prat de La Serena, hace algunas décadas.
Hay casos policiales que impactan y muy pronto se olvidan. Mucho más si pareciera que no hay interés en aclararlos, y además, ocurrieron en años en que no había Internet y que por lo tanto hoy no existe registro alguno en la red que permita traerlos al presente. Es el caso que voy a recrear usando solo mi memoria. Lo conozco porque me tocó reportearlo en su momento y siempre he pensado que es una historia digna de un buen guión cinematográfico.
Todo parte con los comentarios que circulaban en La Serena acerca de un comerciante que había llegado hace un par de años a instalar sociedades y un negocio ubicado en la calle Cienfuegos. Dotado de grandes cualidades carismáticas y conocidas relaciones familiares, sedujo a parte de empresarios de la zona con sus planes y negocios. Pasaron pocos años pero en 1989 se encendieron las alarmas en algunos porque misteriosamente desapareció. En los cafés del centro era el comentario obligado. Incluso en uno de ellos, su dueño quien lo conocía, comentó sorprendido que el día anterior a su desaparición había estado en el local y su consumo lo pagó con un cheque de un valor mucho más elevado, pidiéndole que la diferencia se la cambiara por efectivo. Nunca imaginó que el solvente cliente a quien atendía regularmente le había dejado un cheque sin fondos.
Como decía, el caso era el corridillo obligado en los diferentes círculos serenenses, que con el paso de las semanas comprobaron que el caso descrito más arriba era solo un botón de muestra de la errática conducta de Jaime Babul Jacob, y tras su sorpresiva huída por su situación económica salieron a la luz las múltiples deudas que dejaba a su paso.
La historia podría haber quedado allí como muchos casos similares: un comerciante quebró y para no enfrentar problemas escapó de la ciudad para esconderse por un tiempo de los problemas judiciales que se le vendrían encima. Pero no fue así, la historia se vuelve intrigante en su segunda parte.
Nada se supo por un buen tiempo y Jaime Babul pasó al olvido, hasta que un día de verano una noticia remeció al tranquilo balneario de Tongoy: un cuerpo fue encontrado flotando en la Playa Grande de Tongoy. Un halo de misterio rodeó el hallazgo, pues no pudo ser identificado. Luego se supo que el cuerpo fue trasladado a La Serena para la autopsia de rigor y, mas adelante, trascendió que el médico a cargo del procedimiento lo catalogó como N.N.
Sin embargo, otras pericias al N.N. lograron determinar que el cuerpo correspondía al desaparecido comerciante Jaime Babul. ¿Cómo llegó a Tongoy?, ¿Dónde estuvo el tiempo en que estuvo escondido?, ¿Cuáles fueron las circunstancias de su muerte, atendido a que el fallecimiento fue catalogado como "por inmersión"? ,¿Hubo intervención de terceros? Muchas de estas interrogantes probablemente persistan hasta hoy día. La investigación judicial quedó en manos del juez Miguel Vásquez, actual ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago y presidente del Tribunal Electoral de la Región Metropolitana.
El caso tuvo repercusión en la escasa prensa regional de entonces, en cuyos archivos debe estar la información que del caso se publicó por esos días y del cual nunca más se oyó hablar.
Una vida de novela
Tras la identificación del occiso y las dudas que despertaba su muerte trascendieron algunos detalles no conocidos de la azarosa y novelesca vida del comerciante. Antes de llegar a La Serena vivió en un país árabe junto a quien entonces era su mujer. Durante su estadía se vio involucrado en una situación de drogas por lo que estuvo detenido y arriesgó la horca, que era la pena para ese delito allí. La intervención de un embajador chileno en los países del Medio Oriente lo salvó y trajo de vuelta a Chile. El diplomático era pariente suyo.
Mientras trascendían estos antecedentes, otros hechos ayudaban a que el misterioso caso se convirtiera en un escándalo. Un allanamiento practicado en la vivienda de su pareja local arrojó la existencia de cartuchos de explosivos. Toda una trama de especulaciones comenzó a tejerse. Una de ellas apuntaba a que Babul escapó después de su quiebra a Argentina a través del paso de Agua Negra, que vivió escondido en ese país y regresó clandestinamente a La Serena a cobrar una deuda por la liquidación de sus sociedades y negocios. En ese trámite habría perdido la vida, ahogado en Tongoy. Algunas hipótesis aventuraron que fue subido a una embarcación inyectado por el ombligo con alguna sustancia que no deja rastro y arrojado al mar. Uno de los antecedentes llamativos fue que el médico que le practicó la primera autopsia y lo calificó como NN había sido socio suyo en un negocio local. ¿Cómo no pudo identificar el cuerpo de su ex socio?
Todo ha quedado en la nebulosa, hasta hoy.
El funeral de Jaime Babul también derivó en un escándalo. A él concurrieron, aparte de sus familiares, muchas de sus amistades y conocidos de la pequeña sociedad serenense de entonces, cuya población apenas llegaba a no más de 100.000 habitantes, muy lejos del cuarto de millón que alberga hoy. Durante las exequias, la madre de Babul Jacob, emocionalmente desbordada, interrumpió la ceremonia, se acercó a un conocido comerciante local presente en el sepelio, lo encaró y expulsó del lugar acusándolo de ser el responsable de la extraña muerte de su hijo. Una escena digna de película difícil de olvidar para los presentes.
El paso de las semanas terminó por cerrar el caso y caer en el olvido, pese a los ingredientes propios de una serie de Agatha Christie. La escasa capacidad investigativa de la prensa local por esos años relegó el descenlace final de esta historia, y también quizás un cierto interés del entorno de la víctima por enterrar el escándalo debido a que los detalles comprometían a conocidas familias. Por esos días me desempeñaba como jefe de prensa de una conocida radio y debido a mi interés por informar sobre esta intrincada trama recibí la visita de quien me señaló ser abogado de la familia, manifestándome el interés de esta para que no siguiera divulgando el caso.
Comments