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  • Foto del escritorMauricio Bertero

Mis primeros discursos

Actualizado: 11 ago 2023

En 1978 fueron las primeras elecciones estudiantiles universitarias post '73 en la Universidad de Chile. Y yo, un simple mechón de 17 años, por esas casualidades de la vida, salí electo como presidente de la carrera de Historia y Geografía (así se llamaba el cargo).


Y sin falsa modestia digo casualidad, pues no hice campaña ni tampoco me promoví por ningún medio. Hasta la fecha no sé de dónde ni de quiénes surgió la idea de mi candidatura. El caso es que me convertí en el primer dirigente electo de la carrera, después de muchos años, y me correspondía representarlos. Experiencia no tenía, mucho ambiente de confrontación no existía en dichos años -por las razones que imaginarán-, y la mayoría estaba volcada a los estudios, a rendir, a aprobar los ramos, a asimilar, comprender, absorber, esa inmensa cantidad de información que significa estudiar el pasado, entender el espacio geográfico, etc. Lo más revolucionario por esos años solo era el grito de la carrera: "Vino, mujeres y orgía, Historia y Geografía", repetido como un mantra en cada reunión o celebración.


Mi contrincante fue Jorge O., un compañero de cursos superiores, el que inexplicablemente perdió la votación frente a un estudiante de primer año y poca edad. Sospecho que en ello intervinieron algunos poderes fácticos que se disputaban la hegemonía.


Bromas aparte, al año siguiente me tocó recibir a los mechones o nuevos estudiantes con un discurso. Nada muy formal, una fiesta de bienvenida. Y Agustín, otro compañero de curso, ofreció su casa para la recepción. Allí se hizo el ritual, con la presencia de algunos profesores y los compañeros estudiantes.


Pero adivinen, al mozalbete inexperto en estas lides que escribe esta historia le bajó la creatividad y decidió redactar el discurso en segunda persona del plural.


- "Felicitaciones a todos vosotros que habéis elegido esta carrera", decía más o menos un ejemplo de las frases que contenía la arenga.


Y desde la concurrencia, que ya tenían varios bebestibles en el cuerpo, comenzaron a brotar unos espontáneos "Óleee" al paso del discurso.


Todo un bochorno (y una lección) para el orador.


La revancha


Mi desquite vendría unos meses después. En calidad de dirigente universitario me convocaron para ofrecer un discurso en el Teatro Nacional de La Serena con motivo del natalicio de don Diego Portales.


Teatro Nacional de La Serena en la revista Life. Fotografía de Hart Preston.

Vaya una breve digresión. El recinto era magnífico, una platea y dos tribunas, foso para orquesta, amplio escenario, excelente acústica. Según los entendidos era el mejor teatro del norte del país. El edificio de estilo clásico fue inaugurado en 1910 y remodelado en el marco del Plan Serena del Presidente Gabriel González Videla, el cual incluso apareció en la prestigiosa revista Life retratado por el fotógrafo Hart Preston, cuya imagen les muestro aquí. Un verdadero lujo patrimonial que tuvo un triste destino. Entre gallos y medianoche, a inicio de los años ´90, fue demolido y en su lugar dejado un terreno eriazo que sirve de estacionamiento en la calle Balmaceda.


Interior del espléndido teatro hacia 1950

Esta vez el discurso fue mejor. El teatro estaba repleto de estudiantes de colegios de La Serena, seguramente movilizados de manera más o menos "voluntaria obligatoria". Estaban las autoridades, el gobernador y el alcalde de la ciudad Eugenio Munizaga Rodríguez, entre otros. Recuerdo haberlo saludado brevemente, sin imaginar que por esas derivas de la vida, diez años después trabajaría con él en su paso como gerente de Pisco Control, y posteriormente me ligaría a él una larga amistad y una relación profesional como su asesor de prensa en su campaña y posteriores etapas como diputado.


Estaba en segundo año de la carrera, Portales estaba lejos de mi horizonte de estudio aún, pues en la asignatura de Historia de Chile III recién íbamos en el periodo de la Conquista. A pesar de ello, y con la ayuda de compañeros de cursos superiores, a quién le corresponde el mérito, el texto fluyó poético y riguroso para beneplácito de quienes me convocaron a este atrevimiento. Prueba superada y al día siguiente mi fotografía aparecía en la portada del diario El Día y una crónica sobre el evento escrita por el periodista Luis Villagrán. Comenzaba a exponerme públicamente, cuestión que nunca me agradó. De hecho, nunca he guardado fotografías ni imágenes de estas historias muy personales que ahora he empezado a desclasificar.


Diario El Día en 1978

Quien diría, años después, ya en mi vida profesional, escribí muchísimos discursos, ahora no para mi sino para los gabinetes de instituciones y personas con las que trabajé. De un atrevimiento juvenil a una elaborada y clásica manera de comunicar mensajes. Todo un aprendizaje.


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